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lunes, 17 de mayo de 2021

La problemática de las semillas criollas y nativas

 En mi último trabajo, tenía que salir al campo para hacer asistencia técnica a un grupo de campesinos del departamento del Huila, Colombia. En una de esas ocasiones, con el intercambio que hacía con un productor, me enseña las variedades de maíz que poseía. Una de ellas me causó sorpresa al ser un maíz de colores blanco y azul (figura 1). Tenía la idea que los maíces de colores eran de México, tal vez esta idea se fundamentó al consumir solamente maíces de color amarillo y blanco. Luego me enteré que los agricultores del proyecto tenían también maíz rojo y que hacían arepas rosadas, lo que me pareció bastante curioso.

Figura 1. Maíz de colores de La Argentina, Huila. Fuente: propia

Las semillas son una de las formas como las plantas se reproducen. Las plantas, aunque no se pueden mover, tienen diferentes estrategias para dispersar sus semillas. Por ejemplo, pueden lucir atractivas para que los animales las consuman, desarrollar aletas que les permiten viajar con el viento, flotar para desplazarse a diferentes ubicaciones a través del agua, entre otros mecanismos.

Los seres humanos aprovechamos de muchas formas las semillas, dado que generalmente contienen nutrientes en forma concentrada. Éstas son muy importantes en la agricultura, porque les permitieron a nuestros antepasados hace 10,000 años establecer cultivos y poder gestar grandes civilizaciones. Además, las semillas nos ofrecen energía y proteína en nuestra alimentación, son empleadas en ritos mágico-religiosos (figura 2), se usan en algunos instrumentos musicales, entre otros muchos usos.

Figura 2. Oración alrededor de la semilla. Fuente: propia

Sin embargo, las semillas también son vistas como un recurso para generar mucho dinero, porque los campesinos las requieren cada vez que van a sembrar. Las empresas multinacionales han creado diferentes estrategias, tanto en la genética de la semilla como regulaciones legislativas para hacer que los campesinos vuelvan a comprar semillas en lugar de almacenarlas para posteriores siembras. Estas empresas se caracterizan por manejar también el mercado de agroquímicos, además están consumiendo empresas más pequeñas para controlar más el mercado de las semillas, esto se conoce como oligopolio.

Las estrategias genéticas son modificaciones en las semillas para adueñarse de ellas. Algunas de estas estrategias son las semillas hibridas y los Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Las semillas hibridas se obtienen a partir de una planta hibrida, esta se produce a través del cruce de dos plantas de diferentes especies, pero no muy diferentes (Rodríguez, 2013). Sin embargo, si se emplean de nuevo estas semillas después de la producción, los individuos generados no tendrán las mismas características que sus padres. Por esto el campesino tendrá que comprar nuevamente semillas si desea tener tan buena producción como la obtuvo primeramente.

Los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) o también llamados transgénicos son variedades que se modifican genéticamente para incorporarle un gen de otra especie para añadir propiedades distintas a las originales (Casquier & Ortiz, 2012). En el caso del maíz transgénico se le ha introducido un gen de una bacteria para hacerlo resistente a herbicidas, o también a algunos insectos. La idea de tener un maíz transgénico es poder establecer grandes extensiones de maíz, dispersar agrotóxicos contra plagas, enfermedades y arvenses y abaratar la producción. Sin embargo, este tipo de semillas no pueden ser sembradas otra vez, los campesinos están en la obligación de comprarlas nuevamente. Además, este maíz puede contaminar maíces criollos y nativos, maíces que han sido recuperados y mejorados por muchas generaciones.

Estas compañías también han fomentado leyes que criminalizan a los productores por comercializar, almacenar, intercambiar y hasta sembrar las semillas criollas y nativas que poseen. Algunas de las legislaciones internacionales son la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV), que protege los derechos de obtentor, esto quiere decir atribuciones que se les otorgan a personas que se adueñan de las semillas por modificaciones genéticas. El obtentor vegetal puede demandar que le asignen derechos exclusivos sobre su creación si la variedad resultante es nueva, distinta, homogénea y estable (Bravo & Vélez, 2019). De esta forma, cada vez que un campesino compra semillas modificadas genéticamente, las personas con este tipo de derechos reciben una cierta suma de dinero.

El protocolo de Nagoya es otra regulación internacional, establece que se deben tener contratos entre empresas y comunidades para el beneficio de los recursos genéticos conjuntamente (Bravo & Vélez, 2019). No obstante, estos contratos comúnmente no se elaboran y tampoco se hace el aprovechamiento por las complicaciones que conlleva. Además, se suscitan otros problemas para determinar a quién darle los derechos al conocimiento.

Por el otro lado, el Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura (TIRFAA), pone en común algunas especies para que todos tengan acceso a estos recursos y puedan alcanzar una seguridad alimentaria. Sin embargo, al tener acceso también las empresas semilleras, pueden manipular genéticamente las semillas y luego patentarlas (Vélez, 2019).

Todas estas prácticas atentan contra el patrimonio de los campesinos, porque ellos han sido los que han seleccionado todas las semillas hasta obtener lo que poseemos ahora. Tal vez, para una persona urbana esto no tenga mucha relevancia, sin embargo la protección de las semillas es trascendental. Las corporaciones solo les interesa unos cuantos alimentos, pero la dieta de una población se constituye en una gran diversidad de productos, por eso hay que conservar las semillas para que podamos continuar alimentándonos a través de diferentes fuentes de energía y proteína. Además, la diversidad permite afrontar el cambio climático y otros desafíos, hay variedades de algunas especies que se comportan relativamente bien en ambientes áridos o con suelos inundados. Hay otras variedades que no son susceptibles a determinadas plagas, o contienen más de algunos nutrientes, por lo que pueden ser útiles en situaciones específicas.

Es necesario que todas las personas se concienticen de lo que está sucediendo con las semillas actualmente para poder generar resistencia a través de la circulación de las mismas semillas y de esta forma lograr la tan anhelada soberanía alimentaria, donde los pueblos tengan la capacidad de decidir frente a lo que desean comer y el modelo de producción que quieren realizar.

Espero que las anteriores líneas los hayan ilustrado un poco y los hayan sensibilizado, si desean conocer un poco más sobre esta situación los invito a revisar los siguientes enlaces:

 

Bibliografía:

 

  • Bravo, E., & Vélez, G. (2019). Glosario sobre leyes de semillas. Unidad 1: Marcos jurídicos internacionales sobre las semillas.
  • Casquier, J., & Ortiz, R. (2012). Las semillas trnasgénicas: ¿un debate bioético?
  • Rodriguez, A. (5 de Abril de 2013). Semillas híbridas, transgénicas y ecológicas. Obtenido de Escuela Planeta Huerto: https://www.planetahuerto.es/revista/semillas-hibridas-transgenicas-y-ecologicas_00256
  • Vélez, G. (2019). Unidad 2: Propiedad intelectual de las semillas y certificación de las semillas en la región.

 

 

 

 

 

 

 

 

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